domingo, 29 de enero de 2012

Capitulo 17: Trampa



--- ¡¿Cómo me puedes hacer esto Sebastián?! ¡Yo te dije todas las cosas horribles que me a echo esa perra! ¡Por su culpa casi me matan a golpes!  ¿No escuchaste nada de lo que dije de ella esa noche en la camioneta?
--Pero Carolina…
--Carolina mis ovarios ¿Por qué ella Sebastián? ¡Habiendo tantas que darían lo que fuera para siquiera ser tus amigas! ¡La escoges a ella! Y no me vengas con las idioteces de “no eliges a la persona que quieres” ¡eso es una estúpida barra que usan todos los hombres!
--Déjame explicarte
--No Sebastián, ella te hará elegir entre ella o yo ¿no te das cuenta? ¡Eso es lo que más me preocupa! ¡Nuestra amistad muere desde el momento en que salgas con ella! ¡No por mi si no por Samanta!
   Lanzarle la botella de tequila rompérsela en la cabeza y dejarlo solo en el cementerio a que se muriera de hambre, frio y sed.
   Eso se merecía y mas. Estaba demasiado enfadada.
   Si; eso debió de haber pasado pero por desgracia solo pudo pasar en mi cabeza. Lastima
   Volví a la realidad abriendo mis ojos y lo mire directo a los suyos.
--Repítelo por favor, solo que más claro.
--Me gusta Samanta y creo que me corresponde
--- ¿Crees?
--Por la manera en que me habla—se encogió de hombros.
   Me salió un suspiro de alivio. Samanta era así con todos; y no le iba a decir iba a dejar que él se diera cuanta por sí solo.
--- ¿Cuánto te gusta?
   Se volvió a encogió de hombros. No quería decirme, tenía miedo a mi reacción.
--Sebastián, ¿me consideras tu mejor amiga?
--Claro—lo dije sin pensar y me miro sonriendo.
--Entonces contéstame… ¿o no confías en mí?
--Claro que confió en ti; es que si me gusta mucho pero nose.
-- ¿no sabes qué?
--Que tan cómoda te sientes con el tema.
--Eso importa una mierda. Si tenemos que hablar de tus sentimientos lo haremos.
--Eres la mejor—me dedico la mejor de las sonrisas que nadie me dará en mi vida entera.
--Dime algo que nose—bromee.
La siguiente media hora me la pase fingiendo que me gustaba el tema, pero lo hacía por mi mejor amigo. Me contaba como ella comenzó a hablarle y los  sentimientos que de pronto brotaron de él.
   Un capricho podría decir. O al menos eso espero.
--Pues, si pasa algo quiero ser la primera en enterarme—dije en un susurro y bajo mi orgullo y voluntad.
   Tenía que apoyarlo en todo, o al menos eso sentía que debía hacer y si ponerse la soga al cuello al enamorarse de esa puta.  No hay nadie para decirle que no pueda estar con ella.
   Genial.



Volvimos a cabo de unos minutos. Se que el noto mi disgusto por el modo en que le dije que lo apoyaba y que estuve callada todo el viaje de regreso pero es que no podía evitarlo. Mi cabeza no dejaba de pensar en todas las cosas que pasarían si ellos llegaran a estar juntos.
   Mi amistad con Sebastián cambiaria de un modo u otro. Por ella, su veneno lo obligaría aunque él no se diera cuenta. Me dio miedo, entre en pánico pero también estaba la posibilidad de que no fuera así. Que nuestra amistad no fuera afectada por esa perra.
   Peeeeeeeero también la ultima y espero la única posibilidad de que jamás pase absolutamente nada. Pero es que Sebastián se lo tenía bien escondido; si que sí.
   Si todo lo que me conto es cierto se han estado acercando de mas ¡y yo ni en cuenta! ¿Cómo estuvo eso?
    Solo sabía que debía de mantener las esperanzas de que nada malo fuera a pasar entre él y yo. Nada más que lo normal.
  Y sin darme cuenta ya estábamos enfrente de nuestras casas. Eran como las diez de la noche.
   Apago el motor y nos quedamos quietos. Ninguno de los dos hicimos indicio de movernos. No quería. Parece que él tampoco.
--Gracias por confiar en mi hoy—dije en un susurro.
--Gracias por confiar en mí desde hace tiempo—me respondió de igual manera—Acerca de Samanta…
   Le puse la mano en la boca. Me acerque a él y le di un beso en la mejilla.
--Te quiero demasiado, Sebastián—le sonreí dulce—No quiero perderte—no quiero que esa vieja nos separe, mantente alejado de ella—no quiero que salgas lastimado de todo esto.
   Le quite la mano de la boca y lo primero que hizo fue regresarme el beso.
--Nadie saldrá lastimado de todo esto, te lo prometo.
   Salimos del coche y nos fuimos a nuestras respectivas casas.
   Dos semanas después recibí una llamada de un hombre del barrio. Por algún milagro me encontraba estudiando y haciendo tarea y fui cuando termine entrada la noche.
   No puedo negar que me emocione pensando que los chicos ya habían regresado. Ellos también me telefonearon la semana pasada, unos días después de que se fueron diciendo que aun no encontraban nada pero si lo suficiente como para saber que Roberto seguía vivo.
   Llegue más rápido de lo normal. Tuve que dejar en carro más abajo del cerro ya que en donde vivía el hombre era la parte más peligrosa de todas; tanto así que cuando daban las 10 de la noche ponían troncos en las calles para impedir el paso de la policía a las colonias.  Era aun más peligroso porque aquí asesinaban a más personas de lo normal.
   Llegue a la casa de madera un poco desgastada con el tiempo. Según tenía entendido solo vivía hay un hombre, el que me había hablado. Cesar “El gato”
   Toque tres veces y solo esas ya que me abrió. El tipo era alto y musculoso pero tenía cara fea y sus músculos eran demasiado ostentosos para mi gusto. Tenía una botella de cerveza en la mano.
--Carolina Montes—me miro de arriba abajo—la pequeña de Saldaña.
--Vamos directo al grano, ¿no?
   Creo que no me escucho porque se quedaba como bobo viéndome toda. Me sentí asqueada.
--Eres mejor de lo que te describen, bueno es que se les olvida decir que estas muy fina, ¿quieres pasar?
   Ni de chiste
--Estoy mas cómoda aquí, gracias—dije con falsa modestia.
-- ¿Segura? Acabo de limpiar solo por ti.
   Dirigí mi mirada al interior de la vivienda y estaba más sucia que el pan.
   ¿A eso llama limpio? No quiero saber que es sucio.
--Segura—dije con mi tono molesto.
   Saco una pistola de su sudadera y me apunto con ella.
--Te estoy diciendo que entres, estúpida.
   Saque mi pistola de entremedio de mis pechos.
--Te estoy diciendo que no quiero, animal.
  Se oyó un disparo de la nada y cayó en la puerta del vato cerrándola, alguien me jalo y me escondió debajo de un coche tapándome la boca con su mano.
--- ¡Cállate! ¡No hables que nos puedes descubrir!
   Obedecí al instante porque reconocí la voz de aquel hombre. Alberto, igual que mi primo.
   Los disparos se intensificaron y El Gato salió corriendo de su casa supongo que a buscarme.
--Era una trampa para capturarte y contigo negociar con Saldaña chico y Martin por el Saldaña grande. ¿Cómo pudiste ser tan estúpida y caer?
--Cuida tu lengua—dije enojada con su mano en mi boca. El la quito lentamente para comprobar que no iba a gritar.
--Si pensé en esa posibilidad pero tenía que venir de todas maneras.
--Da igual, ¿traes tu pistola?
--Si
-- ¿Está cargada?
--Si—abrió la boca para preguntarme otra cosa pero me le adelante—si, está cargada y con suficientes cartuchos.
--Bien—me entrego una navaja—por si las dudas.
  Yo la puse donde siempre me guardaba las navajas, en medio de mis pechos.
   Alberto de les quedo bueno como baboso.
--Mis ojos están aquí arriba—dije de nuevo molesta.
--Que también no están nada mal—bromeo.
   No puse evitar reírme
--Ponte serio—dije tratando de poner cara de saber en dónde estaba—si dices que me quieren capturar para negociar significa que Roberto sigue vivo ¿verdad?
--Alto hay niña, no te hagas muchas ilusiones. Bien lo pudieron matar hace dos años, bien lo puedes estar matando ahorita.
--Bien lo pueden estar encontrando su hermano y el resto del grupo.
--Puede ser, pero hay que mantener abierta todas las posibilidades. Ahora escucha; hay tiradores en todos los techos de las casas en el resto de la manzana así que tenemos que ir muy discretamente de aquí hasta sacarte del territorio de estos hombres.
--Pero ese hombre dijo que tenía información de los chicos.
-- ¿Sigues creyendo eso? Te creí menos inocente.
--Cuida tu lengua—volví a decir.
--Cuidado gatito, no me das miedo.
 Rodé mis ojos.
Sentí sus labios encima de los míos. Lo aparte bruscamente
--- ¿Qué te ocurre?
--De la buena suerte—me guiño el ojo y se volvió a acercar a besarme y por alguna razón no lo aparte. Besaba demasiado bien y hace mucho que no besaba a alguien.
--Suficiente—dije cuando intento meter su lengua en mi boca.
   Empezó a reírse.
--Recuerda, Carolina, sin hacer ruido y si ves a algún hombre te detienes. Comoquiera iré adelante tuyo.
-- ¿Por qué haces esto?
--Le prometí a Gustavo que te cuidaría.
-- ¿Cómo es que me conoces si solo te reconozco por tu voz? En llamadas por teléfono con Martin
   Bufo.
--- ¿Quién no te conoce en este barrio?
   Nos arrastramos hasta salir de la parte de debajo de aquel coche. Me hizo señas para quedarme agachada y el avanzo a la esquina y checo los muros en la costa.
   Alberto no estaba nada mal. Bronceado, con suficientes músculos que mostrar, cabello castaño rojizo y unos labios gruesos y rojos que yo acababa de probar. Me dieron ganas de nuevo.
   Volteo a verme y me indico que siguiera. Con la pistola en la mano y el pánico en mi corazón avance hasta situarme atrás de Alberto.
--Hay arriba hay un hombre con un rifle, de seguro que te ve así que ponte mi gorra, quítate la blusa y ponte la mía y camina despistadamente hasta aquella calle.
-- ¿Qué?—reí sarcásticamente—no.
--Bueno, ¿quieres arriesgarte a correr hasta aquella calle que esta taaan cerca a que me maten a mí y te secuestren a ti?
   Volví a entornar los ojos y me quite mi blusa de tirantes. Alberto me miro de arriba abajo con los ojos pelones.
--- ¿Cómo es que Roberto fue capaz de verte como una hija?
   Me volví a reír sarcásticamente con cara de fastidio y a punto de pintarle el dedo.
--Deja de decir eso o habrá serios problemas.
--Te ves muy graciosa enojada y semi desnuda.
   Le di una cachetada leve y se quito la camisa al instante, entregándomela.
--Solo no tires baba—me dijo entre risas cuando me descubrió mirando su fuerte abdomen.
   Me sonroje pero no se dio cuenta.
--No es que te apure pero te estás tardando mucho.
   La camisa de Alberto me quedaba más aguada que el pan y olía a hombre. Me entrego su gorra y yo hice un nudo en mi cabeza para que no se me viera el cabello. Escondimos nuestras pistolas en nuestros pantalones y caminamos muy despistada y tranquilamente hasta aquella calle que estaba a una cuadra de distancia.
   No se escucharon balazos, todo iba bien. Hasta que un hombre que iba caminando también con un rifle nos vio, bueno más bien me vio a mí con mi disfraz de hombre y rápido saco una foto de su bolsillo. La vio por unos segundos.
--- ¡Maldición!—grito Alberto mientras sacaba su arma.
--- ¿Qué?—mientras yo decía esa palabra de tres letras el hombre tiro la foto y apunto hacia mi dirección pero Alberto que ya se le había adelantado y le disparo muchas veces.
   Por la sorpresa y el pánico comencé a voltear por todos lados para ver si había más hombres y si no había con el ruido de los disparos aparecieron más por detrás de nosotros y comenzaron a disparar hacia lo loco.
    Me dieron en el mismo hombro donde me dispararon la vez pasada en la fiesta en  Bustamante. La única diferencia es que esta bala si había entrado en mí.
   No grite pero si agarre el brazo de Alberto y le enterré las uñas que casi creo se las entierro.
--Tranquila—musito mientras me agarraba de la cintura.
--No, no; puedo caminar no es nada.
   Entorno los ojos. Aquellos hombres ya estaban caídos porque Alberto les había disparado mientras yo me tapaba la herida donde no dejaba de salir sangre.
   Corrimos hacia el sur, colina abajo de nuevo escondiéndonos entre carros y carros y más hombres empezaban a aparecer pero no nos veían.
   No me había dado cuenta que Alberto había agarrado la fotografía que aquel hombre tenía.
   Llegamos a una esquina y vimos que la calle de salida estaba llena de hombres con armas vigilando. Como zombis esperando la carne.
--- ¿Qué vamos a hacer aquí?—pregunte.
   Se quedo callado frunciendo el ceño.
--Tendremos que dispararles a todos.
   Alberto comenzó a contarlos en susurros.
--Son 12 exactos, seis tu y seis yo. ¿Tienes suficientes disparos?—asentí—hazlos contar.
   Me dio un beso sorpresa.
--Ya te estás emocionando con esto—le dije cuando se alejo.
   Se encogí de hombros.
--No sé si salgamos de esta y tú ya estas débil con toda esa pérdida de sangre.
    Si me sentía débil y mareada cada vez que veía todo el abdomen desnudo de Alberto manchado de sangre y a mí mismo con las manos ensangrentadas y la blusa de este.
--Estoy bien—mentí, sentía que en cualquier momento me iba a desmayar—Terminemos con esto.
--Siempre ponte detrás mío, se como esquivar balas ¿Entendiste?
   Asentí con los ojos cerrados y aferre más el arma a mi mano.
--Dispara desde mi hombro.
   Salimos de la esquina donde nos encontramos y me puse detrás de el como me lo indico. Lo menos que quería ahora era volver a recibir una bala.
   Comenzamos a disparar como había quedado; seis y seis.
   Los primeros estuvieron fáciles pero los que se dieron cuanta después cuando vieron a sus compañeros tirados comenzaron a dispararnos de regreso.
   Alberto les daba directo a la cabeza o al corazón pero yo no quería ser ninguna asesina y les daba un disparo en cada pierna para hacer que caiga.
   Yo termine con mis seis y Alberto también pero más hombres venían corriendo hacia nosotros.
   Intentamos correr pero no podía así que sin avisarme Alberto me cargo con mucho cuidado y como si no estuviera entre sus brazos corrió igual de rápido. Tenía en sus manos la foto que recogió de aquel hombre y yo la tome en mis manos.
    Era yo, hace dos años. Esa foto fue tomada un día antes de que Roberto se fuera por el propio Roberto. 
    No sé qué ocurrió después porque después de escuchar múltiples gritos y disparos detrás de nosotros me quede dormida. 

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